Ellos le respondieron a Josué: Nosotros obedeceremos todo lo que nos has mandado, e iremos a donde quiera que nos envíes. Te obedeceremos en todo tal como lo hicimos con Moisés. Lo único que pedimos es que el Señor esté contigo como estuvo con Moisés. Josué 1.16-17
Si observas con cuidado te darás cuenta que crecer a la sombra de alguien tiene sus privilegios.
Eliezer, Josué e incluso los mismos apóstoles disfrutaron de cosas que sus entrenadores no pudieron ni siquiera ver.
Eliezer trabajó con la esposa de su Señor, Abraham no. Josué guió un pueblo que habría de cruzar el rió Jordan hacia la tierra prometida, Moisés no. Los apóstoles del Señor Jesucristo vieron la edificación de Su Iglesia, el Salvador no.
Cuando Moisés se despedía dijo: ¡Si fueron rebeldes contra el Señor mientras viví con ustedes, ¡Cuánto más lo serán después de mi muerte! (Dt 31.27), sin embargo no, no fueron rebeldes, pues fueron más obedientes que las personas con las que trabajó Moisés. Ni siquiera Moisés conocía el alcance que tenía el entrenamiento.
Moisés se amargó con el pueblo poque estaba acostumbrado a ver la perfecta santidad de Dios, que era su entrenador, y cuando volteaba a ver al pueblo se llenaba de frustración. Josué no se amargó, pues estaba acostumbrado a ver los errores de Moisés, su señor.
Nadie quiere trabajar con gente cananea, que en realidad no es de la familia de Abraham, mucho menos con personas que nos vayan a amargar y que además nos vayan a estorbar para no conocer la tierra prometida, pero si nos dejamos entrenar trabajaremos con la esposa de Cristo, con los que han de cruzar al tercer día hacía el Canaán celestial.
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