martes, 22 de junio de 2010

ELIEZER O JOSUÉ

No debemos impedir que entren a la iglesia hermanos de otras congregaciones, aunque de ninguna manera debemos hacer labor para traerlos.
La comparación la vemos entre el discipulado de Eliezer y el de Josué. Uno trabajó con una Rebeca madura quien ya conocía de Dios; el otro con niños que no tenían ninguna experiencia.
Si notamos, deben ser menos los que lleguen ya maduros a la iglesia, y deberían ser más los que nazcan y se desarrollen en nuestras congregaciones.
Rebeca era una sola, madura, diligente y comprometida a dar mucho más; pero los niños de Josué eran miles y miles, quienes crecieron en el desierto con el propósito ferreo de cruzar el Jordán para conquistar la tierra prometida.
Alguna vez escuché de un hermano pastor con una iglesia enorme, que afirmaba que el 90% de sus congregantes habían nacido allí con él, y únicamente el 10% venían de otros lugares. ¿No será que por comodidad y pereza estamos congregando sólo al diez porciento de la congregación que nos toca dirigir y el noventa está allá afuera esperando que los evangelicemos?
No vayamos pues por las Rebecas y dejemos que sea el Espíritu Santo quien las atraviese en nuestro camino. Pero lo que sí debemos hacer es ir por esos miles que están esperando nacer y desarrollarse en casa, gente que también estará dispuesta a creer a la palabra y realizar la voluntad de Dios cruzando el Jordán al tercer día, para tomar la tierra que Dios le ha prometido.

También entrarán en la tierra los niños que ustedes dijeron que serían botín de guerra. Y serán ellos los que gocen de la tierra que ustedes rechazaron. Números 14.31

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