miércoles, 13 de julio de 2011

EL MANEJAR DE JEHÚ

El centinela informó de nuevo: Ya llegó el mensajero hasta ellos, pero a él tampoco lo veo regresar. Además, el que conduce el carro ha de ser Jehú hijo de Nimsi, pues lo hace como un loco. 2 Reyes 9.20 (NVI)


 

La forma de manejar un carro da cuenta de cómo somos cada uno de nosotros. El carro tiene hoy la misma función que en la antigüedad: el transporte. En la guerra este artefacto fue utilizado para superar al enemigo en velocidad y estrategia. Los carros de hierro eran famosos por sus logros en batalla. Estos, junto con los caballos que los jalaban, eran desestimados por el Señor Dios Todopoderoso. El carro y sus caballos son figura de la fuerza y orgullo del hombre. Desestimar estos ejércitos era sinónimo de fe en aquél que peleaba las batallas por su pueblo: Jehová de los ejércitos.

En la actualidad sigue el uso del carro o automóvil ya no con fines bélicos, sino que en su mayoría se usa como medio de transporte. El versículo leído también puede ser actual y tener un mensaje para nosotros hoy.

I.- DIFERENTES MANEJOS

Del grupo que venía hacia palacio había diferentes conductores en distintos carros. Esto significa que no hay sólo una forma de manejar, sino muchas y variadas. Hay quien cree que maneja bien, pero nunca le han dicho ni ha preguntado en qué consiste el buen manejo. Nunca ha hecho un examen o un curso de manejo, ni ha leído el reglamento de tránsito. Hay formas de manejo experimentadas y que hacen sentir seguridad a los conductores y a sus pasajeros, pero también existen formas de manejo que ocasionan accidentes y malos testimonios en las calles. Por eso es necesario estudiar este versículo.

II.- IDENTIFICA AL QUE MANEJA

Jehú acababa de ser ungido por el profeta Eliseo. Sin embargo su unción no afectó la forma en que manejaba. Aunque tenía un nuevo propósito en su vida, una nueva dirección, se dirigía a su meta a la manera de antes.

Ser diligente y servicial no quita lo ineficaz. Si somos mal hechos en lo que cooperamos no se nos tomará en cuenta como diligencia sino como estorbo. Si nos dirigimos hacia la meta trazada por Dios está bien, eso es el QUÉ, pero estará realmente bien hasta analizar el CÓMO nos dirigimos a ese objetivo.

Fueron identificables los que acompañaban a Jehú porque no manejaban como él a pesar de que no estaban ungidos.

La pregunta que Dios nos hace a todos los que conducimos un auto familiar o de trabajo es: ¿Puede haber un cambio en la forma de conducir un auto? Claro que sí. ¿El nuevo nacimiento o llenura del Espíritu debe cambiar nuestra forma de conducir? ¿Cómo nos considera la gente que viene en nuestro auto cuando vamos de prisa o en carretera? ¿Obedientes a la autoridad? ¿Respetuosos de nuestro prójimo? ¿Reflejamos novedad de vida?

III.- ALOCADAMENTE

Es maravilloso lo que un auto rápido puede hacer para leer nuestra alma. Autoanalicémonos, evaluemos nuestro conducir, comparémoslo con el que teníamos en el pasado. Mirémonos a través de nuestro auto como si fuera un escáner o un aparato de rayos x, que más que lo huesos puede ver el desarrollo espiritual en nuestro carácter. En efecto, a través del conducir podemos ver cuánto hemos cambiado. Tal vez lo hemos hecho sólo por fuera. Tal vez hemos dejado en el auto un reservado sólo para nosotros, bajo llave, una llave que ni siquiera el Señor nuestro tiene.

No nos damos cuenta que ese auto NO es un lugar secreto, oculto, donde podamos hacer lo que deseemos, transformándonos a voluntad, como si fuera un espacio propio o invisible. Más bien es todo lo contrario, es un lugar que revela nuestro interior, uno que nos desnuda no sólo delante de Dios, sino delante de los hombres, aún desde lejos.

Podemos ser considerados al volante como lentos, rápidos o furiosos. Como pendencieros, nerviosos o "mujeres". Como un fórmula uno, competitivo, que siempre quiere ir adelante, o simplemente como el amo de la carretera.

La forma alocada de conducir de Jehú, hablaba de alguien que quería llamar la atención más que de alguien que estaba fuera de sí. Su mente aunque lúcida y centrada en su propósito, era dominada por una pasión oculta que ante las riendas se desnudaba. Podría ser la pasión de un joven con juguete nuevo, como un adolescente en el auto de papá: sobresalir y llamar la atención, tal vez. Podría ser que no quería que sus amigos lo rebasaran y les iba impidiendo el paso a fin de ser durante todo el camino el primer lugar, tal vez. Podría ser que se encontrara en el Espíritu y eso ocasionaba que se le interpretara como a un loco, no. Todo menos eso. Pues la Escritura ya apuntaba que así manejaba él desde antes.

No cabe duda que este versículo ha sido dejado allí con un mensaje siempre actual. Ojalá que dejemos de considerar nuestro auto como un lugar reservado para nosotros, que no tengamos ningún refugio, ningún privado donde dejemos al Señor nuestro Dios fuera. Ojalá que nosotros sólo seamos lo choferes del amo, y así manejar con responsabilidad, o mejor aún, únicamente los copilotos y el Buen Pastor nuestro guía, quien dirija nuestra conducta en todo lugar.

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