sábado, 22 de agosto de 2009

FE NUNCA VISTA

Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Lucas 7:6

En Lucas 7.1-10 miramos tres características de un hombre que sin ser judío llegó a sorprender a nuestro Señor Jesucristo.

Primera: Humildad
Los principales de la sinagoga, que venían a interceder por la petición del centurión romano, decían de ese gentil que era digno y merecedor de un favor de nuestro Señor. Al escuchar a estos primeros enviados, el Señor inmediatamente se dispuso a visitarlo y realizar el milagro de sanidad que necesitaba el criado de aquél capitán.
Y es que éste amaba al pueblo judío y hasta les había construido una sinagoga. Sin embargo, antes de llegar a la casa del gentil, llegó otro grupo de enviados, dando un recado contrario al del primer grupo: "No soy digno de que visites mi casa".
¿Era digno o no? Él había edificado, construido y cooperado, y aún estimaba al pueblo del Señor, sin embargo no consideraba esto como suficiente para tener el privilegio de recibir en su casa al Rey de los judíos. Su sentimiento de indignidad creo que era correctísimo.
Consejos: Nunca te sientas digno del cargo que te dan. Ese privilegio es para servir a otros y no para servirnos de él. No te alabaes a ti mismo, deja que otros lo hagan.

Segunda: Autoridad
Si observamos bien veremos que este centurión con soldados y siervos a su mando, no envió a ninguno de ellos, sino a otros dos grupos diferentes, un grupo de judíos importantes y a sus propios amigos. Esto significa que la autoridad no se impone, se gana. Si hubiera enviado a los que por obligación o por sueldo estaban sujetos a él, no hubiera recibido la alabanza de Dios, más oh, qué sorpresa, sus enviados iban por gusto, por amor. Qué mejor representante que alguien que ama y está agradecido con el que le ha enviado.
Consejos: La autoridad se basa en el servicio, no en el servirse. Recordemos que el Señor no enviará a cualquiera a que se le represente. Nadie puede enviar si primero no ayuda y sirve.

Tercera: Amor
Tal vez, lo que más sorprendió al Salvador, fue el amor del capitán por su siervo que estaba enfermo. Si amaba así al más humilde de sus seguidores, ¿cómo amaría a su lugarteniente, a su escudero o al pueblo judío? ¡Imagínate cómo amaría a Dios! El que ama a los humildes puede decir que ama a Dios.
Consejos: El que se junta con los humildes atrae la presencia y el poder de Dios a su casa. Nunca dejes de ser siervo y siempre serás visitado por Dios.